La pesadilla del Golpe de Estado

Entre tristeza e impotencia se siente el volver a soldados en tierras Latinoamericanas, que apuntan sus armas contra su pueblo que ve nuevamente vulnerados sus derechos. Otra vez la clase política del continente se llena de vergüenza, al ver como en Honduras las viejas practicas de usurpación del poder arrebatan la democracia, a pesar de que creíamos que aquello ya era parte del pasado.

El golpe militar contra el presidente constitucional de Honduras, Manuel Zelaya Rosales, representa para América Latina el regreso a esas eras oscuras de los '70 y '80, cuando era habitual ver cómo los ejércitos actuaban como árbitros indiscutibles del destino de una nación.

Las imágenes que vemos por televisión o Internet de las calles de Tegucigalpa, con tanques de guerra, carros blindados y patrullas de soldados en atuendo de combate, nos hacen retornar a las pesadillas de la hora más negra de un pasado que parecía habíamos sepultado para nunca más regresar. Del mismo modo nos conmueve ver como un presidente es levantado de su cama en la madrugada por militares que invade brutalmente su casa, es subido en pijama a un avión y sacado a otro país.

Pero lejos de ser un mal sueño, estamos viendo la realidad misma del siglo XXI Latinoamericano. Escuchamos, entonces, justificaciones legales que suenan tan absurdas como las de antaño, como si fuera suficientemente legítimo que se juegue el futuro de un país por la decisión de un juez, como argumenta Roberto Micheletti, el recién nombrado presidente de Honduras por el Congreso Nacional.

Las excusas no son tolerables, después vendrán las justificaciones para otro tipo de delitos, la historia la conocemos bien y no la hemos olvidado. No hay palabras que valgan para que los latinoamericanos volvamos a ver con indeferencia como se atropellan los derechos en nuestra tierra. Hay que repudiar lo acontecido y presionar para que los hondureños despierten de esta horrible pesadilla.